Pues murió por la paz. En ese momento se me vinieron un montón de ideas de dónde, cómo y cuándo pudo haber desaparecido. Duré más de una semana buscando la aguja y no la encontré. Pues me armé de valor y fui al centro de la ciudad de Hermosillo haber si por la obra del distribuidor de esas agujas, las podía encontrar aquí. Pues fui a varias partes y me dijeron que eran americanas, que no las iba a encontrar aquí y decidí comprarle otras y decirle la verdad.
Llegué a la casa y pensé miles de formas de cómo decirle, hasta que llegó el momento.
Mas o menos va así la confesión:
-Tía, tengo algo que decirle.
-¿Qué cosa Anita?
-¿Se acuerda de las agujas que me prestó?
-Sí, ¿qué pasa?
-Pues, resulta que se me perdió una y no la he encontrado. Ya le compré unas nuevas por mientras encuentro las agujas de la marca que me prestó.
-Pues yo también tengo que decirte una cosa; Encontré una aguja en el sillón, aquí la dejaste, pero te las pedí para que la trajeras paraqué terminaras la bufanda.
¡¡¡TRÁGAME TIERRA!!! ¡Que vergüenza me dio! Aprendí mi lección: Debo de dejar de ser tan despistada y preocuparme (ser más responsable) por mis cosas y sobre todo, y con más razón, las de los demás.
Esto me servirá de lección. ¡Prometo ser más responsable he dicho!
3 comentarios:
JAJAJAJA si que andas algo despistada querida...hay una pastillitas que ayudan a la memoria XD...
ATTE. raptormx
Alguna vez me pasó algo así, no inventes, tanta angustia para nada al final. De cualquier forma, sí conviene tener especial cuidado con las cosas ajenas. Un abrazo.
Sufrí mucho por esas agujas, las pastillas no las compro porque a una mamá de una amiga se le olvidaban tomárselas, así que no confío en esas cosas, Saludos, gracias por leerme
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